“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén,en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” Hechos 1:8
Lectura Bíblica: Romanos 8:6-17
Propósito:
Comprender cómo somos vivificados por el Espíritu Santo desde el momento en que creímos en Cristo Jesús, sabiendo que somos templo y morada del Espíritu Santo.
Introducción
El Espíritu de Dios nos vivifica diariamente desde el momento en que entregamos nuestras vidas al servicio de nuestro Señor. En Romanos 8:1 se nos dice: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús." Esta verdad no solo implica haber creído en Cristo, sino que también señala a aquellos que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Para que el Espíritu Santo vivifique nuestras vidas, es indispensable una relación íntima con Dios, viviendo conforme a su voluntad.
Tal como nos enseña Pablo en Gálatas 2:20: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." Solo permaneciendo en Cristo, el Espíritu de Dios morará en nosotros y nos dará vida.
Jesucristo nos dejó claro que sin Él no podemos hacer nada. En Juan 15:5 nos dice: "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer." Así como una rama seca no puede dar fruto, separados del Señor estamos espiritualmente muertos. Debemos permanecer en Él, ya que nuestras acciones carnales nos llevan a la muerte, pero si nos ocupamos del Espíritu, tendremos vida eterna.
El fruto del Espíritu en nuestra vida
La carne está en enemistad con Dios, no se sujeta a sus leyes. Nuestra vida solo será vivificada por el Espíritu Santo si obedecemos a Dios. Al hacerlo, daremos frutos espirituales que glorifiquen su nombre. Pablo reconoce su propia lucha contra el pecado, lo cual refleja nuestra naturaleza caída. Sin embargo, con la guía del Espíritu Santo podemos cambiar nuestra vida. El fruto del Espíritu nos vivifica completamente.
En Gálatas 5:22-23 encontramos los aspectos del fruto del Espíritu. Aunque se menciona una lista de virtudes como el amor, el gozo, la paz, entre otros, en realidad es un único fruto que debe verse de manera integral. Este fruto refleja la vida de Cristo en nosotros, algo que no podemos lograr por nuestra propia fuerza. Lo que logramos con esfuerzo humano es solo una imitación; el verdadero fruto es el resultado de nuestra relación con Jesús, quien habita en nosotros por medio del Espíritu.
El fruto del Espíritu no es algo que conseguimos por nuestros propios méritos, sino que crece a medida que permanecemos en Cristo. Isaías dice que nuestras mejores obras son como trapos de inmundicia, lo que subraya la necesidad de depender del poder transformador del Espíritu Santo. Solo cuando el Espíritu nos conecta con Jesús, sus características comienzan a manifestarse en nuestras vidas.
El crecimiento del fruto espiritual
En Juan 15:1-11, Jesús enseña que el fruto espiritual es el resultado de nuestra unión con Él, la vid verdadera. Como creyentes, nuestra responsabilidad es permanecer en Cristo. Cuando Él habita en nuestros pensamientos, sus virtudes se manifestarán en nuestras acciones, reflejando su carácter.
El fruto del Espíritu es el carácter de Jesús y solo se produce en aquellos que son fieles y obedientes a Él. Jesús mismo nos enseña en Mateo 7:17-18: "Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos." El fruto espiritual es el resultado de nuestra permanencia en Jesús, mediante el poder del Espíritu Santo.
Este fruto se hace evidente cuando sometemos nuestra carne al Todopoderoso. Nuestro carácter será transformado para reflejar el de Cristo en lo que decimos, hacemos y pensamos. El Espíritu Santo nos da el poder para vivir de manera victoriosa, desarrollando las virtudes propias de los verdaderos hijos de Dios.
Preguntas para estudio y reflexión:
1. ¿Estamos seguros de que no hay condenación para los que estamos en Cristo Jesús? (Romanos 8:2)
2. ¿Podemos por nosotros mismos llevar fruto genuino delante de Dios?
3. ¿Cómo podemos probar que Cristo está en nuestras vidas? (Juan 15:4)
4. ¿Creemos que el Espíritu Santo vivifica nuestras vidas? (Romanos 8)
5. ¿El fruto del Espíritu refleja el carácter de Jesús?
Conclusión
Nuestra victoria en Cristo será total cuando aprendamos a depender de la guía del Espíritu Santo. No podemos hacer nada por nuestro propio esfuerzo, pero bajo la dirección del Espíritu, podemos vivir confiados y victoriosos. Tal como afirma Romanos 8:1: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu." Que la paz de Dios esté con nosotros.
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