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La Familia Ante La Realidad Del Pecado

“El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” Proverbios 28:13

Lectura Bíblica: Romanos 7:14-25

Propósito: Comprender que el pecado es un factor que debe confesarse a Dios, y corregirse para que haya crecimiento y bendición en nuestra familia.


Introducción: Desde la perspectiva bíblica esta “realidad negativa” recibe el nombre de “pecado”. Ahora bien, el pecado es básicamente aquella conducta o actitud que abierta y consciente- mente se opone a la voluntad divina, haciendo exactamente lo contrario a ella. La Biblia enseña que toda conducta pecaminosa trae sus propias consecuencias, las cuales alteran; tanto la vida de una persona como la estabilidad social. Las consecuencias del pecado pueden ser: Espirituales y también materiales.

Son consecuencias espirituales; cuando la conducta pecaminosa nos aparta y separa del contacto con Dios y de la armonía con Él; provocando también que ya no seamos sensibles a su Palabra ni a su voluntad. Son consecuencias materiales; cuando la actitud de peca- do afecta y altera nuestras relaciones adecuadamente con el resto de las personas. Pero no hay una sola forma de pecado sino muchas. Y en este caso, la familia ve amenazada su estabilidad por esta realidad de pecado.

Ahora bien, quizás estemos acostumbradas, como creyentes, a pensar que “pecado” son todas aquellas situaciones graves como: el asesinato, el robo, el adulterio. Y pensamos que aspectos como: la mentira, la discriminación y la manipulación, el chisme, la envidia, la codicia, son de menor importancia, que no causan mayor problema. Sin embargo, en ocasiones la familia se acostumbra a vivir con estos “pequeños problemas”, los cuales a la larga pueden ser el inicio para una crisis en la familia. Por ello, es importante observar que la realidad del pecado comprende los siguientes aspectos y todos ellos son dañinos para la estabilidad familiar.

a). La realidad es que el pecado no puede clasificarse en “pecados grandes” y “pecados pequeños”. Es verdad que la magnitud de las consecuencias puede variar, según fueren las circunstancias del caso. Pero en esencia, todo pecado nos separa de Dios, afectándonos a nosotros mismos y entorpeciendo las relaciones con los demás. Léase (Santiago 4:17) b). La realidad del pecado está presente en todo ser hu- mano y cualquiera puede ser susceptible de cometer una falta y caer en una circunstancia que altere negativamente su vida. Aunque 1 de Juan 3:9, nos dice: “todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado” Y “todo aquel que es nacido de Dios vence al mundo” 1ra. de Juan 5:4a. c). El pecado y sus consecuencias pueden, prevenirse y/o controlarse si se está plenamente consciente de las faltas y/o debilidades más comunes o frecuentes.

En la antigüedad cuando los hijos/hijas pecaban, eran contumaz y rebeldes, Dios ordenaba que fueran apedreados. Si alguien cometía un crimen digno de muerte y lo hiciereis morir y lo colgareis en un madero. (según Deuteronomio 21:18-22). Dios realmente era severo y actuaba ojo por ojo, diente por diente. Esa era la forma de Dios tratar con la gente pecadora.

Me pregunto: ¿Qué pasaría si Dios aun actuara asi con nosotros hoy en dia? Creo que el mundo fuera distinto, habría paz, habría mas respeto y sobre todo más amor. Su gracia en nosotros y en todo el ser humano, opera de una forma amorosa y misericordiosa, que siendo nosotros pecadores, nos llama al arrepentimiento, nos llama con amor eterno. Por lo tanto: debe- mos ver el pecado como un mal que acedia nuestros hogares, un mal que necesita ser erradicado, debemos combatirlo desde la formación del hogar, no debemos permitir que el pecado se enseñoree de nosotras.


No permitamos que el pecado domine; nuestros pensamientos, y nuestros deseos. Busquemos la misericordia y la gracia de Dios, rechacemos el pecado, que nuestras familias sean libres de pecado, demos honra y gloria a Dios; por ser libres de pecado.

Conclusión: Que bendicion es tener nuestros hogares libres del pecado, luchemos para que esto sea realidad en nosotras, diga- mos no al pecado, digamos no a toda aquella forma de injusticia, digamos no a nuestros deseos carnales, neguémonos asi mismas, y aceptemos aquel; que dió su vida por nosotras, Cristo Jesús. Que Dios, guie nuestras vidas, y nos llené de paz y bendicion. Paz a vosotras.

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